MISIONES

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lunes, 27 de septiembre de 2010

UNA ESPERANZA VIVIENTE


Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos tuvo gran compasión y nos hizo nacer de nuevo por medio de la resurrección de Jesucristo. Así nos dio la plena esperanza de que recibamos las bendiciones que Dios tiene guardadas para sus hijos en el cielo. Estas bendiciones no se arruinan, ni se destruyen, ni pierden su valor. Por medio de la fe, el poder de Dios los protege para que reciban una salvación  que Dios les dará a conocer en el día final. Eso es motivo de alegría para ustedes aunque durante un tiempo tengan que soportar muchas dificultades que los entristezcan. Tales dificultades serán una gran prueba para su fe, y se pueden comparar con el fuego que prueba la pureza del oro. Pero su fe es más valiosa que el oro, porque el oro no dura para siempre. En cambio, la fe que pasa la prueba dará alabanza, gloria y honor a Jesucristo cuando el regrese. Ustedes no han visto jamás a Jesús, pero aun así lo aman. Aunque ahora no lo pueden ver, creen en el y están llenos de un gozo maravilloso que no puede ser expresado con palabras. Eso significa que están recibiendo la salvación que es el resultado de su fe. Los profetas estudiaron los detalles de esta salvación tratando de entenderla y hablaron sobre el generoso amor que Dios les ha dado a ustedes. El Espíritu de Cristo estaba en esos profetas y les hablaba de los que tenía que sufrir y de la gloria que recibiría después del sufrimiento. Los profetas intentaban saber cuándo llegarían ese sufrimiento y como seria el mundo en esa época. Dios les hizo entender que los que decían no eran para servirse a si mismos, sino para ayudarlos a ustedes. Además quienes les anunciaron la buena noticia de salvación les contaron el mismo mensaje de los profetas por medio del Espíritu Santo que fue enviado desde el cielo. En ese mensaje de hay detalles que hasta los mismos ángeles quisieron conocer.

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